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El deshielo de nuestras conciencias

Por Joaquín Ruiz

En estos días de confinamiento y reflexión me han venido a la mente imágenes de impresionantes paisajes en pleno proceso de transformación. He de destacar el de los glaciares de la gran cadena montañosa Jotunheimen, al este de Noruega, que están en pleno deshielo a causa de la subida global de las temperaturas, desde hace unos años. Un efecto, que tras esta catástrofe ambiental y climática, los arqueólogos han encontrado una oportunidad de oro para rastrear la huella dejada por antiguas civilizaciones en esta tierra y que ha permanecido intacta bajo el hielo durante miles de años, poniendo al descubierto la huella medieval vikinga. Es por ello que me pegunto, ¿toda crisis puede llevar pareja una alternativa positiva?

Tampoco quisiera pasar por alto, las imágenes que nos han llegado a todos estos días, a través de los medios de comunicación, de grandes urbes con sus arterias silenciadas, libres de la congestión del tráfico y del bullicio del gentío, acostumbrado a moverse diariamente para ir a trabajar, pasear o ir de compras. Este “espejismos transitorio” se ha convertido en un espectáculo que puede inquietar o desconcertar, pero que permite ver una belleza oculta, que ha estado siempre acompañándonos y que no sabíamos apreciar.

La frontera entre la naturaleza y el mundo humano se ha diluido en una foto fija efímera, pero aunque muchos de nosotros estemos deseosos de retornar a nuestra vida anterior del estado de alarma, nadie nos puede quitar el espectáculo de ver plazas de pueblos y ciudades en las que se han vuelta a escuchar el canto reivindicativo de los pájaros o quedarnos atónitos contemplando a jabalíes recorriendo las calles como si fuesen ahora sus verdaderos dueños. Todo ello me hace sentir que no estábamos tan alejados de la naturaleza y que cuando nuestra sociedad para su ritmo frenético, podemos comprobar como “el agua puede volver a discurrir por su antiguo cauce”, recuperando un espacio que había sido “usurpado”.

Este nuevo tiempo, que nos toca vivir, ha de servir para darnos cuenta de que la humanidad es frágil y que somos un elemento más de este Planeta, pero que si queremos disfrutar de la belleza de la vida y de los beneficios de la naturaleza, debemos cambiar, de manera radical, nuestra forma de vivir.

Pensadores, intelectuales y gobernantes repiten continuamente que el mundo no será igual tras el fin de esta crisis sanitaria, pero lo que realmente nos debe preocupar es que ese cambio sea una oportunidad para mejorar, y no permitir que esta transformación esperada sea para volver a un modelo de sociedad consumista, egoísta e insolidaria, pues todo este proceso no habrá merecido la pena, ya que seguiremos repitiendo la recurrente frase de que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”.  

En suma, un contexto de crisis debe servir para avanzar. Aprendamos de todo esto y consigamos construir un mundo mejor y justo, teniendo como hoja de ruta los Objetivos de Desarrollo Sostenible promulgados por la ONU en 2012, en la Conferencia celebrada en Río de Janeiro, y que tiene una agenda muy clara para el año 2030.

Desde estas breves líneas quisiera reconocer el trabajo que está realizando ESIC-IMAT, por concienciarnos a todos en esta materia e invitarnos a llevar a cabo una comprometida transformación social,  es decir, un cambio que se convierte en necesario en nuestro modelo actual, que espero que con acciones como estas podamos contribuir, de manera decisiva, a conseguirlo.

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